viernes, 19 de octubre de 2012

CHELSEA MARKET

Siempre he pensado que los lugares no se visitan en una sola vez, y que son las visitas posteriores las que hacen que realmente empecemos a conocer aquellos rincones que no salen en las guías turísticas o que quedan eclipsados por otros más famosos o pintorescos. Uno de estos rincones en Nueva York es el Chelsea market.

Cuando mi cuñada me dijo que nos iba a enseñar el Chelsea Market y llegamos al lugar, me quedé muy decepcionado. Las calles estaban muy oscuras, los edificios feos, y el del Chelsea Market no era una excepción. Pero la sorpresa llegó cuando entramos dentro. Evidentemente, se notaba, se veía que aquello era un edificio industrial, concretamente una antigua fábrica de galletas, pero el colorido y la decoración eran extraordinarios, así como el ambiente que se respiraba. Todo estaba muy limpio, no había mucha gente y parece que las prisas de todos los neoyorquinos que por allí rondaban, se habían dado un respiro. Tuberías a la vista, paredes de ladrillo, cascadas artificiales y esculturas en cualquier rincón, todo parecía hecho sin fijarse, a la buena de Dios, pero la visión general del conjunto te decía bien a las claras que no era así.

Lo primero que me vino a la cabeza, al ver todo esto, fue la película Blade Runner, pero no encontré replicantes, sino un montón de tiendas, cafeterías y restaurantes con los productos mas variados. Creo que allí se puede comprar cualquier cosa que se coma en el mundo, aunque se habla del sitio como un lugar dedicado a las delicatessen, no todos los comercios tenían cosas con precios fuera de lugar. Lo que si llamaba la atención era que, productos extraños para los estadounidenses, alcanzaban unos precios increíbles. Valga como ejemplo un bote de banderillas, de las de aquí, con su guindilla, pepinillo, oliva y cebolleta, no recuerdo ahora la marca pero era española, que costaba nada y más y nada menos que 14 dólares. Pero nosotros acabamos comprando la cena ese día allí y no nos salió tan cara: un pan recién horneado con pasas y nueces que estaba buenísimo, prosciuto, ese amago de jamón serrano que hacen los italianos y varias cosas de bollería, productos del lugar con precios asequibles.

Espero que las fotos que he colgado os den una idea del lugar. Al ser diciembre, además de la particularidad del sitio, se añadía el hecho de la decoración navideña que llenaba de color el frío ambiente industrial. Si pasáis unos días en Nueva York, os recomiendo que lo visitéis. A veces vale la pena obviar los sitios más turísticos y visitar otros que reflejan mejor la vida del lugar.

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